domingo, 12 de junio de 2011

NOCTURNO - Manuel Acuña

NOCTURNO
A Rosario
I
¡Pues bien! yo necesito
decirte que te adoro,
decirte que te quiero
con todo el corazón;
que es mucho lo que sufro,
que es mucho lo que lloro,
que ya no puedo tanto
y al grito en que te imploro
te imploro y te hablo en nombre
de mi última ilusión.

II
Yo quiero que tu sepas
que ya hace muchos días
estoy enfermo y pálido
de tanto no dormir;
que ya se han muerto todas
las esperanzas mías,
que estan mis noches negras,
tan negras y sombrías,
que ya no sé ni donde
se alzaba el porvenir.

III
De noche cuando pongo
mis sienes en la almohada
y hacia otro mundo quiero
mi espíritu volver,
camino mucho, mucho,
y al fin de la jornada
las formas de mi madre
se pierden en la nada
y tú de nuevo vuelves
en mi alma aparecer.

IV
Comprendo que tus besos
jamás han de ser mios,
comprendo que en tus ojos,
no me he de ver jamás,
y te amo y en mis locos
y ardientes desvaríos
bendigo tus desdenes.
adoro tus desvíos,
y en vez de amarte menos
te quiero mucho más.

V
A veces pienso en darte
mi eterna despedida,
borrarte en mis recuerdos
y hundirte en mi pasión;
mas si es en vano todo,
y el alma no te olvida.
¿que quieres que yo haga,
pedazo de mi vida?
¿Que quieres tú que yo haga
con este corazón?

VI
Y luego que ya estaba
concluido tu santuario,
tu lámpara encendida,
tu velo en el altar;
el sol de la mañana
detrás del campanario
chispeando las antorchas,
humeando el incensario,
y abierta allá a lo lejos
la puerta del hogar...

VII
¡Qué hermoso hubiera sido
vivir bajo aquel techo,
los dos unidos siempre
y amándonos los dos;
tú siempre enamorada,
yo siempre satisfecho,
los dos una sola alma,
los dos un solo pecho,
y en medio de nosotros
mi madre como un Dios!

VIII
¡Figúrate qué hermosas
las horas de esa vida!
¡Qué dulce y bello el viaje
por una tierra así!
Y yo soñaba en eso
mi santa prometida;
y al delirar en eso
con el ama estremecida,
pensaba yo en ser bueno
por ti, no más por ti.

IX
¡Bien sabe Dios que ese era
mi más hermoso sueño,
mi afán y mi esperanza,
mi dicha y mi placer;
bien sabe Dios que en nada
cifraba yo mi empeño,
sino en amarte mucho
bajo el hogar risueño
que me envolvió en sus besos
cuando me vió nacer!

X
Esa era mi esperanza...
mas que ya a sus fulgores
se opone el hondo abismo
que existe entre los dos,
¡Adiós por la vez última,
amor de mis amores;
la luz de mis tinieblas,
la escencia de mis flores;
mi lira de poeta,
mi juventud, adiós!



Manuel Acuña

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