domingo, 12 de junio de 2011

LA PLEGARIA DE LOS NIÑOS - Ignacio M. Altamirano

LA PLEGARIA DE LOS NIÑOS
   ''En la campana del puerto
¡Tocan, hijos, la oración...!
¡De rodillas!... y roguemos
a la madre del Señor
por vuestro padre infelice,
que ha tanto tiempo partió,
y quizás esté luchando
de la mar con el furor.
Tal vez, a una tabla asido,
¡no lo permita buen Dios!
náufrago, triste y hambriento,
y al sucumbir sin valor,
los ojos al cielo alzando
con lágrimas de aflicción,
dirija el adiós postrero
a los hijos de su amor.
¡Orad, orad hijos míos,
la virgen siempre escuchó
la plegaria de los niños
y los ayes del dolor!''
 
   En una humilde cabaña,
con piadosa devoción,
puesta de hinojos y triste
a sus hijos asi habló
la mujer de un marinero
al oir la santa voz
de la campana del puerto
que tocaba la oración.
 
   Rezaron los pobres niños
y la madre, con fervor;
todo quedóse en silencio
y después solo se oyó,
entre apagados sollozos,
de las holas el rumor.
 
   De repente en la bocana
truena lejano el cañón:
''¡Entra buque!'', alla en la playa
la gente ansiosa gritó.
Los niños se levantaron;
mas la esposa, en su dolor,
''no es vuestro padre   les dijo;
tantas veces me engañó
la esperanza, que hoy no puede
alegrarse el corazón''.
 
   Pero después de una pausa,
ligero un hombre subió
por el angosto sendero,
murmurando una canción.
 
   Era un marino... ¡Era el padre!
La mujer palideció
al oírle, y de rodillas,
palpitando de emoción,
dijo: ''¿Lo veis, hijos míos?''
La Virgen siempre escuchó
la plegaria de los niños
y los ayes del dolor.
 Ignacio M. Altamirano.

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